Cuidar las cosas y tratarlas bien es también una
muestra de respeto por quienes no pueden disfrutarlas y las tratarían con ese
cuidado Una casa del futuro Un robot y un niño
Cuento
El robot desprogramado
Ricky vivía en una preciosa casa del futuro con todo lo
que quería. Aunque no ayudaba mucho en casa, se puso contentísimo cuando sus
papás compraron un robot mayordomo último modelo. Desde ese momento, iba a
encargarse de hacerlo todo: cocinar, limpiar, planchar, y sobre todo, recoger
la ropa y su cuarto, que era lo que menos le gustaba a Ricky. Así que aquel
primer día Ricky dejó su habitación hecha un desastre, sólo para levantarse al
día siguiente y comprobar que todo estaba perfectamente limpio.
De hecho, estaba "demasiado" limpio, porque
no era capaz de encontrar su camiseta favorita, ni su mejor juguete. Por mucho
que los buscó, no volvieron a aparecer, y lo mismo fue ocurriendo con muchas
otras cosas que desaparecían. Así que empezó a sospechar de su brillante robot
mayordomo. Preparó todo un plan de espionaje, y siguió al robot por todas
partes, hasta que le pilló con las manos en la masa, cogiendo uno de sus
juguetes del suelo y guardándoselo.
El niño fue corriendo a contar a sus padres que el
robot estaba roto y mal programado, y les pidió que lo cambiaran. Pero sus
padres dijeron que de ninguna manera, que eso era imposible y que estaban
encantados con el mayordomo. que además cocinaba divinamente. Así que Ricky
tuvo que empezar a conseguir pruebas y tomar fotos a escondidas. Continuamente
insistía a sus padres sobre el "chorizo" que se escondía bajo aquel
amable y simpático robot, por mucho que cocinara mejor que la abuela.
Un día, el robot oyó sus protestas, y se acercó a él
para devolverle uno de sus juguetes y algo de ropa.
- Toma, niño. No sabía que esto te molestaba- dijo con
su metálica voz.
- ¡Cómo no va a
molestarme, chorizo!. ¡ Llevas semanas robándome cosas! - respondió furioso el
niño.
- Sólo creía que
no te gustaban, y que por eso las tratabas tan mal y las tenías por el suelo.
Yo estoy programado para recoger todo lo que pueda servir, y por las noches lo
envío a lugares donde a otra gente pueda darles buen uso. Soy un robot de
efeciencia máxima, ¿no lo sabías? - dijo con cierto aire orgulloso.
Entonces Ricky comenzó a sentirse avergonzado. Llevaba
toda la vida tratando las cosas como si no sirvieran para nada, sin cuidado
ninguno, cuando era verdad que mucha otra gente estaría encantada de tratarlas
con todo el cuidado del mundo. Y comprendió que su robot no estaba roto ni
desprogramado, sino que estaba ¡verdaderamente bien programado!
Desde entonces,
decidió convertirse él mismo en un "niño de eficiencia máxima" y puso
verdadero cuidado en tratar bien sus cosas, tenerlas ordenadas y no tener más
de las necesarias. Y a menudo compraba cosas nuevas para acompañar a su buen
amigo el robot a visitar y ayudar a aquellas otras personas.
El
reto matemático de los tres cerditos
(desorden)
Cuenta la leyenda que los tres cerditos del cuento,
animados por su triunfo sobre el lobo, recorrían el país como héroes, contando
sus aventuras a cualquiera que los invitara a comer manzanas, su fruta
favorita.
Pero las
manzanas empezaron a escasear porque el rey había ordenado llenar su gran
despensa, y los cerditos fueron a hablar con él. Este los recibió con alegría,
pero también con envidia.
- Vaya, los
famosos, listos y trabajadores cerditos del cuento. Os daré cuantas manzanas
queráis si sois capaces de decirme exactamente cuántas manzanas guardo en mi
despensa.
Los cerditos aceptaron el reto, y el primero de ellos
se lanzó a la despensa. Estaba llena de cestos de manzanas de todos los tipos y
tamaños ¡un auténtico paraíso!
Pero contar las manzanas resultó muy difícil. Cuando
llegaba a varios cientos se perdía o se equivocaba y tenía que empezar de cero.
El rey disfrutaba viendo las dificultades del cerdito, y cuando este dijo un
número final, respondió:
- No es
correcto. Por cierto, olvidé deciros que si falláis los tres, mañana seréis la
comida de mis invitados. El señor lobo es uno de mis mejores amigos...
¡Guardias, encerrad a este cerdito!
El segundo cerdito se puso a contar. Viendo lo fácil
que era confundirse con tantas manzanas, decidió ir haciendo grupos y contar
cada cesto por separado. Unos tenían 92, otros 107, otros 88... así consiguió avanzar
sin errores, pero cuando llegó la hora de sumar las manzanas de todos los
cestos, era incapaz de recordar cuántas había en cada uno. Y también falló.
- Buen banquete
tendremos mañana ¡Guardias, encerrad también a este cerdito!
Quedaba únicamente el cerdito mayor, el más famoso de
los tres, y el rey se preguntaba qué haría.
- Bueno, hagamos
esto con un poco de orden - dijo el cerdito- Primero un cestito pequeño con 10
manzanas. Y luego, otro cestito de 10. Y luego, otro cestito de 10..
- ¡Ja,ja,ja,ja!
- rió el rey - Así tardarás una semana en contarlas, y para cuando acabes nos
habremos comido a tus hermanos, ¡ja,ja,ja
Pero el cerdito continuó.
- Ahora que
tengo 10 cestitos de 10, los echo todos en un cesto mediano y así tengo uno de
100. Y vuelvo a hacer cestitos de 10... así, ¿lo ves? ya tengo otros 10
cestitos, los junto todos en otro cesto mediano, y tengo otro grupo de 100
manzanas...
El cerdito siguió contando. Cuando llegó a tener 10
cestos de 100, los juntó todos en uno de los cestos más grandes para hacer un
grupo enorme de 1000 manzanas. Y volvió a empezar con sus grupitos. Cuando
terminó de contar, mucho antes de lo que el rey había pensado y de lo que
habían tardado sus hermanos, el cerdito había llenado 9 cestos grandes, 8
medianos y 3 pequeños, y le quedaban 7 manzanas sueltas.
- Nueve mil
ochocientas treinta y siete manzanas, majestad.- respondió seguro el cerdito.
El rey, un poco rabioso, no quería reconocer su asombro
y, recordando lo difíciles que eran las sumas con llevadas, trajo una bandeja
con unas pocas manzanas.
- Uy, perdona,
había olvidado las 8 manzanas del comedor-
Y mientras se las daba, sonreía pensado para sus
adentros: “je,je, je, ahora tendrá que volver a empezar de nuevo”.
Pero el cerdito, sin preocuparse, juntó aquellas 8
manzanas a las 7 que tenía sueltas, y volvió a meter 10 de ellas en un cestito
que puso junto a los otros cestos pequeños. Luego contó las que le sobraron
sueltas, que eran 5. Al final había los mismos cestos grandes y medianos, pero
tenía un cestito más, y 5 manzanas sueltas.
- Nueve mil
ochocientas cuarenta y cinco manzanas, majestad- volvió a decir triunfante,
ante el asombro del rey.
El rey, que en el fondo no tenía ni idea de cuántas
manzanas tenía, quedó tan maravillado por aquella forma de contar que liberó
inmediatamente al cerdito y a sus hermanos, y ordenó que desde aquel momento
todo el mundo utilizara el mismo sistema de grupitos para contar. Y de este
modo, los cerditos salieron de los libros de cuentos para entrar también en los
de matemáticas, en forma de unidades, decenas, centenas... y sumas con
llevadas.
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